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¿Qué hay en un nombre? El término “infección posvacunación” suscita dudas sobre la vacuna, pero no debería

Alexandra Ferguson

(CNN) — En la mayoría de los casos un “breakthrough” se refiere a un avance o descubrimiento repentino, de gran relevancia o impacto. Pero con el covid-19, se ha utilizado para describir una infección que “irrumpió” la protección inmunitaria de la vacuna, y esto se suele malinterpretar como una señal de que la vacuna no está funcionando. Para la comunidad de la sanidad pública y los científicos que crearon las vacunas, una “infección posvacunación” o “breakthrough infection” significa justamente lo opuesto: es la prueba de que la vacuna está haciendo su trabajo, tal como debería.

Esto es algo confuso: ¿qué tan bien funcionan las vacunas y qué significa el que una persona pueda infectarse después de estar vacunado?

Primero, demos un vistazo a los datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés) analizados por el equipo de salud de CNN. Más de 164 millones de personas en Estados Unidos estaban completamente vacunados contra el covid-19 hasta principios de agosto. Nuestro análisis de los datos de la agencia encontró que menos del 0,001% de esos individuos, 1.507 fallecieron y menos del 0,005%, 7.101 se reportaron a los CDC por haber sido hospitalizados por covid-19. No es obligatorio reportar la infección a los CDC, pero 49 estados contribuyen a esas cifras, lo cual significa que los CDC considera estos datos como una como una instantánea útil de lo bien que está funcionando la vacuna. Los datos sugieren que más del 99,99% de las personas totalmente vacunadas no han tenido ningún caso de covid-19 que haya resultado en hospitalización o muerte.

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Si bien es cierto que algunos de esos datos proceden de una época anterior a que la variante delta arrasara el país y las tasas de infección han aumentado desde entonces, una encuesta de la Kaiser Family Foundation publicada en julio descubrió que, de los más de 18 estados que comunicaron datos, al menos 95 de cada 100 hospitalizaciones y muertes correspondían a personas no vacunadas o no totalmente vacunadas.

Al mismo tiempo, sin embargo, muchos de nosotros conocemos a alguien que, después de estar totalmente vacunado, ha dado positivo por el coronavirus y ha mostrado síntomas. Yo también conozco a varios. Quizá sea el profesor de tu hijo, tu cuñado, tu vecino, tu compañero de trabajo o tu mecánico. Y aunque es una gran noticia que podamos dejarles sopa de pollo en la puerta en lugar de asistir a su funeral, hace que el fenómeno parezca muy real y nada “raro”, por lo que probablemente deberíamos dejar de describirlos así. De hecho, como las personas vacunadas no se someten a pruebas con mucha frecuencia, no tenemos ni idea de lo comunes que son realmente estas infecciones.

Toda esta situación me hizo pensar en el término “infecciones posvacunación” y en si es siquiera la frase correcta. Para mí, no parece lo suficientemente matizado para describir lo que está pasando; solo sirve para alarmar a los que ya estamos vacunados, y potencialmente desanimar a los que están indecisos.

En busca de un término mejor

Pronto supe que hay otros científicos a los que tampoco les gusta la expresión “infección posvacunación”.

“La odio porque enfatiza algo que muchas [otras] vacunas, sabemos, hacen”, dijo el Dr. Carlos Del Río, distinguido profesor de medicina en la División de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Emory. “No hablamos de los casos de gripe y decimos que tenemos infecciones posvacunación, hablamos de la eficacia… creo que el término se ha convertido en un término que se equipara a la falta de eficacia”.

Del Rio señaló que las vacunas se diseñaron específicamente para proteger contra la enfermedad grave y la muerte, y eso es lo que buscaban esos grandes ensayos de vacunas. “La infección nunca fue un punto final en estos estudios”, dijo.

El hecho de que posteriormente se descubriera que las vacunas prevenían la infección, dijo, “fue un poco… como la cereza del pastel”.

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La frase también molesta al inmunólogo y virólogo Dr. Barney Graham, subdirector del Centro de Investigación de Vacunas del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, cuyo laboratorio desempeñó un papel clave en el desarrollo de la vacuna contra el covid-19 de Moderna.

Graham lo describió de una manera que realmente me hizo visualizar el efecto de la vacuna en el cuerpo.

“Las vacunas siempre se diseñaron para combatir la enfermedad en las vías respiratorias inferiores [los pulmones], no en las superiores [la nariz y la garganta]”, explicó.

Piensa en ello. Según Graham, una persona enferma gravemente cuando el virus entra en los pulmones, y es precisamente ahí donde las vacunas ofrecen su barrera más protectora. Las vacunas provocan la creación de inmunoglobulinas, que son proteínas que funcionan como anticuerpos. La principal generada por las vacunas es la inmunoglobulina G (IgG), que pasa fácilmente de la sangre a las vías respiratorias inferiores (los pulmones), donde puede bloquear el virus. El nivel de IgG en sangre necesario para penetrar en los tejidos de las vías respiratorias superiores (la nariz y la garganta) es mucho mayor y por eso es más difícil bloquear el crecimiento del virus en la nariz.

“Por eso vemos tanta consistencia en la eficacia contra la enfermedad grave. No se diseñó para proteger tanto las vías respiratorias superiores”, explicó.

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También es la razón por la que Graham dijo que los científicos no esperaban que las vacunas previnieran tanto la infección. “Tuvimos mucha suerte de que lo hiciera hasta cierto punto, contra las cepas anteriores”, añadió.

Y, aunque la variante delta es más transmisible, lo que significa que en general se producirán más infecciones tanto en los vacunados como en los no vacunados, habrá una mayor diferencia entre los dos grupos en lo que respecta a la protección contra la enfermedad grave en comparación con la protección contra la enfermedad leve o asintomática, explicó Graham. Esto se desprende de los datos que muestran que la inmensa mayoría de las hospitalizaciones y muertes se producen en los no vacunados, no en los vacunados.

El principal asesor médico del presidente Joe Biden, el Dr. Anthony Fauci, director del NIAID y jefe de Graham, está de acuerdo.

“Las vacunas están haciendo exactamente lo que les pedimos que hagan cuando se trata de mantenerte fuera del hospital, fuera de enfermedades graves y ciertamente de prevenir tu muerte”, dijo Fauci en una sesión informativa de la Casa Blanca sobre la respuesta al covid-19 la semana pasada.

“Un punto importante a destacar es que cuanto mayor sea el porcentaje de personas vacunadas, incluso con un alto grado de protección, el número absoluto de infecciones posvacunación podría parecer alto”, dijo.

Pero eso es simplemente porque hay más gente vacunada. Es una matemática sencilla. Piensa en esto: Si el 100% de las personas estuvieran vacunadas, cada nueva infección tendría que producirse en una persona vacunada, ¿verdad? Pero en ese escenario, solo un pequeño número de personas que murieran lo harían por covid-19. Más del 99% de las muertes que estamos viendo ahora se evitarían casi con toda seguridad.

Otra forma de dar sentido a los números aparentemente grandes: Si 1 millón de personas se vacunan contra el supuesto virus “X” y el 1% se infecta, eso supone 10.000 infecciones en personas vacunadas. Pero si 100 millones de personas se vacunan y el 1% se infecta, eso es 1 millón de infecciones. Obviamente, 1 millón es un orden de magnitud mayor que 10.000, pero sigue siendo la misma proporción: 1%.

Fauci dijo que el “número crítico” es la proporción, no el número bruto, de personas vacunadas que contraen infecciones posvacunación. Y dentro de esa cifra bruta, la enfermedad grave y la muerte son los resultados que tanto queremos evitar”.

Como reiteró durante la sesión informativa de la Casa Blanca, “las vacunas contra el covid ofrecen una fuerte protección contra la variante delta, y te protegen a ti, a tu familia y a tu comunidad… Para la enfermedad en sí, supone una reducción de ocho veces. Para la hospitalización, una reducción de 25 veces y para la muerte, una reducción de 25 veces”.

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Pero las cifras exactas sobre las “infecciones posvacunación” son difíciles de precisar. Una vez más, esto se debe en parte a que no se dispone de datos a nivel nacional sobre los casos asintomáticos y leves de infecciones. Además, no se realizan pruebas rutinarias a los vacunados, sino a las personas que presentan síntomas o que necesitan un resultado negativo en la prueba de covid-19 para viajar.

Por ejemplo, hace poco fui a Tokio para los Juegos Olímpicos y me hicieron varias pruebas antes y durante el viaje. Aunque me encontraba bien, y he tenido mucho cuidado, no me habría sorprendido del todo si una de esas pruebas hubiera dado positivo. Por suerte, no fue así.

La inmunidad disminuye con el tiempo

Otro factor que puede influir en el número de los denominados casos que se producen posvacunación (y en nuestra percepción de la eficacia de las vacunas) es que nuestro nivel de anticuerpos contra el coronavirus, ya sea adquirido a través de una infección natural o de una vacuna, suele disminuir con el tiempo.

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Los científicos están estudiando la cuestión de la inmunidad a lo largo del tiempo, y todavía necesitamos más datos para saber con seguridad cuánto dura la protección contra el coronavirus. Pero incluso si se descubre que la inmunidad entre los vacunados disminuye meses o años después de la segunda inyección, eso no significa que la vacuna no esté funcionando.

“No se trata de un fallo”, dijo la doctora Monica Gandhi, profesora de medicina y jefa de división asociada de la División de VIH, Enfermedades Infecciosas y Medicina Global de la Universidad de California en San Francisco y del Hospital General de San Francisco.

“Así es como está diseñado el sistema inmunitario”, explicó. “Es normal que las inmunoglobulinas se reduzcan con el tiempo”. La doctora dijo que nuestra sangre y nuestra nariz no pueden contener todos los anticuerpos que han producido; si los niveles de anticuerpos no disminuyeran, “nuestra sangre sería espesa como la pasta”.

Y a medida que nuestros anticuerpos disminuyen en lugares como la nariz, por donde el virus podría entrar en nuestro cuerpo, Gandhi dijo que podríamos ser más susceptibles a una infección leve.

“Así que realmente no es una función de la vacuna; tiene que ver con que así es como funciona nuestro sistema inmunitario”, dijo.

Al mismo tiempo, nuestro sistema inmunitario es bastante inteligente y tiene muchos recursos; contiene células como las células B de memoria que empiezan a producir nuevos anticuerpos a los pocos días de encontrarse con un virus o una bacteria conocidos.

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Según Gandhi, cuando nuestros niveles de anticuerpos descienden, podemos usar una mascarilla para evitar incluso esa leve exposición. Y podemos considerar la posibilidad de recibir una vacuna de refuerzo o, eventualmente, una vacuna intranasal (que aún no está en el mercado). Se espera que la Administración de Medicinas y Alimentos de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés) tome pronto una decisión sobre las dosis de refuerzo.

La cuestión de la transmisibilidad

Como ventaja añadida de vacunarse (o de haber tenido una infección previa por covid), Gandhi dijo que cuando las células T, otro importante soldado del sistema inmunitario, se encuentran con el virus en nuestra nariz, atacan al virus, dejándolo debilitado. Por tanto, aunque una prueba de covid-19 detecte el material genético del virus, eso no significa que el virus sea necesariamente tan infeccioso como lo sería en alguien que no estuviera vacunado.

Gandhi y Graham señalaron este importante punto: la carga viral, esto es, la cantidad de virus que hay en el cuerpo de una persona infectada, también parece disminuir mucho más rápidamente en los vacunados que en los no vacunados, lo que tiene grandes implicaciones para la transmisibilidad.

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Graham explicó que, si bien es cierto que la variante delta crea una carga viral inicial más alta que con las cepas anteriores, en los vacunados esa carga viral disminuye más rápidamente y las personas no la eliminan durante tanto tiempo.

“Ahora mismo hay datos que sugieren que [las personas] vacunadas y no vacunadas tienen el mismo nivel en un momento determinado”, dijo Graham. “Pero si se hace un seguimiento en el tiempo, la carga viral de las personas vacunadas desciende mucho más rápido. … Sigue habiendo mucho menos virus en las personas vacunadas que en las no vacunadas. Así que habría menos transmisión en las personas vacunadas, pero puede haber alguna transmisión … Es solo una cuestión de grados; es un poco matizable”.

¿Es momento de cambiar?

Así que tal vez sea el momento de dejar de lado el cargado término “breakthrough infection” y buscar un nuevo nombre. Al fin y al cabo, la vacuna no es como construir una fortaleza impenetrable alrededor de nuestra casa que se rompe. Es más bien como colocar centinelas o vigilantes que puedan avisar con antelación de un ataque inminente y hacer que los soldados del sistema inmunitario estén preparados para defenderse.

Una frase alternativa que he escuchado en algunos círculos es “infección posvacuna”. Me gusta porque no tiene la connotación de fracaso de la vacuna: es un término neutro para lo que esperamos que ocurra en algunas personas con el paso del tiempo.

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Como señaló Del Rio, de Emory, las palabras importan. “Creo que el término ‘breakthrough’, aunque virológica y técnicamente puede ser el término correcto, [para el público en general] puede no serlo”, dijo.

El Dr. Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de Salud, también cree que es engañoso.

“Creo que el término es terrible porque asusta a la gente y hace que parezca que las vacunas no funcionan. Permítanme decirlo claramente: Las vacunas son increíblemente eficaces para prevenir las hospitalizaciones y los casos graves: más del 90%. Así que no dejemos que el lenguaje se interponga en el camino”, dijo a CNN la semana pasada.

Estoy totalmente de acuerdo. De hecho, en este momento, no hay nada que deba obstaculizar la vacunación.

— Andrea Kane de CNN Health contribuyó con este reportaje.

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