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ANÁLISIS | Trump está mostrando cómo reescribiría las reglas del poder presidencial en un segundo mandato

Alexandra Ferguson

(CNN) — Donald Trump está poniendo de relieve la profunda disyuntiva a la que podrían enfrentarse los votantes el año que viene, con amplias afirmaciones sobre un poder presidencial sin controles junto a una retórica antidemocrática cada vez más descarada.

Una afirmación hecha el fin de semana por el expresidente, que se negó a aceptar el resultado de las últimas elecciones, de que Joe Biden es quien está destruyendo la democracia se ganó el lunes una reprimenda de la campaña del actual presidente. El intercambio mostró cómo la carrera política de Trump está construida sobre un edificio de una falsedad estrepitosa que, sin embargo, es eficaz para motivar a sus votantes. También es un ejemplo revelador de cómo Trump, que ha prometido utilizar un nuevo mandato para ir a por sus oponentes, no ve límites a su poder si gana el año que viene.

Trump no tiene inmunidad presidencial frente a demandas relacionadas con el 6 de enero, dictamina el tribunal de apelaciones

El favorito republicano, por ejemplo, está argumentando en múltiples tribunales que, en virtud de su papel como expresidente, es inmune a las leyes y precedentes bajo los que se juzga a otros estadounidenses. Esto tiene consecuencias enormes, no solo para la rendición de cuentas ante los tribunales que está aún por producirse sobre su primer turbulento mandato. Dado que tiene muchas posibilidades de volver a ganar las elecciones presidenciales, le lleva una estrecha ventaja al presidente Joe Biden en algunos sondeos, también plantea graves cuestiones constitucionales sobre los límites del poder presidencial.

Por eso las elecciones de 2024 representarán un episodio tan trascendental en la historia de Estados Unidos. Toda la premisa constitucional de la gobernanza estadounidense podría estar en juego.

El concepto que tiene Trump de la presidencia indomable arroja luz sobre cómo se comportaría en un segundo mandato, dada su aparente creencia de que cualquier acción que pueda emprender un presidente es, por definición, legal. Ya ha prometido que utilizará cuatro años más en la Casa Blanca para aplicar “represalias” personales contra sus enemigos políticos. Si el expresidente, dos veces sometido a juicio político, gana la candidatura republicana y la presidencia, ya está claro que un segundo mandato correría el riesgo de destruir el principio de que los presidentes no ostentan un poder monárquico.

Jueza destroza la teoría de la inmunidad de Trump tras la presidencia

Los tribunales pueden acabar siendo la única institución que se interponga en el camino del expresidente, que se enfrenta a cuatro juicios penales, dos de ellos por supuesta interferencia electoral relacionada con sus falsas acusaciones de fraude en la contienda de 2020 que perdió. Se declaró inocente en todos los casos en su contra y mantiene que no cometió ningún delito.

En un golpe a la estrategia de Trump, su arrebato de poder fue rechazado la semana pasada en una opinión histórica de la jueza de distrito estadounidense Tanya Chutkan, quien presidirá su caso federal de subversión electoral que debe comenzar en marzo. Pero, en consonancia con su intento de retrasar sus juicios penales hasta después de las elecciones de noviembre, es probable que Trump lleve el caso hasta la Corte Suprema, que se enfrentaría a una de sus sentencias más importantes sobre el alcance del poder presidencial en décadas si decidiera asumir el caso.

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Chutkan rechazó varias vertientes del argumento de Trump en su arrolladora opinión y llegó al núcleo de la visión del poder del expresidente cuando escribió que su “servicio de cuatro años como comandante en jefe no le otorgó el derecho divino de los reyes a eludir la responsabilidad penal que rige a sus conciudadanos”.

La idea de que los presidentes están sujetos a las mismas restricciones legales que cualquier otro ciudadano y de que todos los estadounidenses son iguales ante la ley es uno de los fundamentos del sistema jurídico y político de Estados Unidos. Pero es uno que Trump trata sistemáticamente de anular.

El intento del expresidente de destruir el tejido de la democracia estadounidense también es evidente en la forma en que trata de presentar los esfuerzos para que rinda cuentas por sus intentos de destruir la integridad de las elecciones de 2020 como un intento del Gobierno de Biden de hacer trampas en las elecciones de 2024.

Este fin de semana, Trump, por ejemplo, apuntó contra los argumentos de Biden y otros críticos de que su comportamiento representa una amenaza para la supervivencia de la democracia estadounidense si gana las elecciones generales del próximo año.

“Joe Biden no es el defensor de la democracia estadounidense”, dijo Trump durante una parada de campaña en Cedar Rapids, Iowa, el sábado. “Joe Biden es el destructor de la democracia estadounidense y… es él y su gente. Son los destructores del sueño americano. El sueño americano está muerto con ellos en el cargo, es triste”.

La idea de que Trump es un defensor de la democracia es absurda, dado que intentó interrumpir la larga tradición de traspasos pacíficos de poder tras las elecciones de 2020, cuyo resultado fue confirmado por todos los recuentos y tribunales que se pronunciaron sobre sus falsas afirmaciones de fraude electoral. Pero es característico de Trump acusar a un adversario de las transgresiones de las que él mismo es culpable. Y la eficacia de su capacidad única para fabricar falsas realidades y utilizarlas como herramientas de poder, puede verse en la actitud de millones de partidarios de Trump que ahora creen que las elecciones de 2020 fueron robadas a pesar de las abrumadoras pruebas de lo contrario.

El portavoz de la campaña de Biden, Ammar Moussa, advirtió en un comunicado que “el Estados Unidos de Donald Trump en 2025 es uno en el que el gobierno es su arma personal para encerrar a sus enemigos políticos. No tienen que creer en nuestra palabra: el propio Trump lo ha admitido”. Moussa añadió: “Después de pasar una semana defendiendo su plan para arrebatar la asistencia sanitaria a millones de estadounidenses, este es su último intento desesperado de distracción: el pueblo estadounidense lo ve claro y no funcionará”. Trump prometió recientemente volver a intentar acabar con la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio (ACA, por sus siglas en inglés) si gana el próximo año, y luego pasó varios días dando marcha atrás en un tema que muchos otros republicanos consideran un lastre político.

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Los principales oponentes de Trump temen plantear su amenaza a la democracia

A seis semanas de los comicios de Iowa, la primera competición por la candidatura republicana, surgen nuevos indicios de las inclinaciones autocráticas del expresidente y posible futuro presidente. Los adversarios de Trump en el Partido Republicano, que aún le siguen con un margen considerable, apenas han mencionado su retórica antidemocrática o su intento de desafiar la voluntad de los votantes en 2020, lo que podría ahuyentar a los votantes moderados en los estados indecisos durante las elecciones generales. Los rivales del expresidente parecen querer evitar alienar a los votantes del Partido Republicano que simpatizan con las pretensiones de Trump, en consonancia con el prolongado fracaso del partido a la hora de constreñir o castigar sus repetidos ataques a la democracia.

En un momento extraordinario en Iowa el domingo, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, ejemplificó la forma en que los candidatos tienen miedo de sacar a colación el comportamiento antidemocrático de Trump.

Sorprendentemente, el gobernador insinuó que la transgresión del expresidente no estaba en intentar robar unas elecciones que perdió, sino en no lograrlo con éxito.

“¿Voy a dejar que roben unas elecciones por mí?”, dijo DeSantis. “Por supuesto que no voy a hacer eso. Voy a hacer todo lo posible para que se escuche la voz del pueblo. Estoy harto de los lloriqueos al respecto, cuando no se hace nada por ello. ¿Por qué dejas que se salgan con la suya? No lo entiendo. Si no lo paraste cuando estabas en el cargo, ¿cómo vas a pararlo cuando estés fuera?”.

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Una republicana que ha criticado a Trump –y efectivamente ha pagado sus comentarios con su carrera política– es la exrepresentante de Wyoming, Liz Cheney, quien dijo en una entrevista que se emitió este fin de semana que el nuevo presidente republicano de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, era “absolutamente” un colaborador en el esfuerzo de Trump para robar las elecciones de 2020 y que su partido no era apto para tener la mayoría de la Cámara por su actitud cobarde hacia Trump.

“Creo muy firmemente en esos principios e ideales que han definido al Partido Republicano, pero el Partido Republicano de hoy tomó una decisión y no eligieron la Constitución”, dijo Cheney en “CBS Sunday Morning”. “Y por eso sí creo que representa una amenaza si los republicanos son mayoría en enero de 2025”.

Cheney advirtió que si Trump fuera reelegido para un segundo mandato, no estaría limitado por el sistema político. Dijo que la gente no “entiende del todo hasta qué punto los republicanos en el Congreso hoy en día han sido cooptados… Una de las cosas que vemos ocurrir hoy es una especie de sonambulismo hacia la dictadura en Estados Unidos”.

Sin embargo, uno de los aliados más cercanos de Trump en Washington, el senador republicano por Carolina del Sur Lindsey Graham, dijo a Dana Bash de CNN en “State of the Union” el domingo que creía que Cheney estaba actuando por motivos de animadversión personal hacia Trump.

“Creo que el odio de Liz hacia Trump es real”, dijo Graham. “Entiendo por qué a la gente no le gusta lo que hace y dice a veces, pero en términos de acciones y resultados, fue mucho mejor que Biden… Y si tenemos cuatro años más de esto, Liz Cheney, entonces no reconoceremos a Estados Unidos, y el mundo estará realmente en llamas”.

La presidencia no es un “pase vitalicio para salir de la cárcel”

Chutkan no es la única jueza que está tratando de frenar el esfuerzo de Trump por ostentar su antiguo cargo como lo que ella llamó “un pase vitalicio para salir de la cárcel”. En otro caso el viernes, un tribunal de apelaciones en Washington, dictaminó que el expresidente podría ser demandado en los tribunales civiles por hechos relacionados con los disturbios en el Capitolio de EE.UU. el 6 de enero de 2021.

El juez presidente Sri Srinivasan contradijo una de las creencias fundamentales de Trump de que todo lo que un presidente dice o hace en el cargo está protegido de eventuales reclamaciones.

El presidente “no pasa cada minuto de cada día ejerciendo responsabilidades oficiales”, dice la opinión. “Y cuando actúa fuera de las funciones de su cargo, no sigue gozando de inmunidad… Cuando actúa a título no oficial, privado, está sujeto a demandas civiles como cualquier ciudadano particular”.

En otro caso, derivado de la acusación contra Trump y sus cómplices en el condado de Fulton, Georgia, los abogados de Trump argumentan que la acusación es un intento de interferir en las elecciones de 2024. Y advierten que el caso podría no juzgarse hasta 2029, dada la posibilidad de que Trump gane las próximas elecciones y el principio constitucional de que las leyes federales tienen prioridad sobre las estatales. “En virtud de la Cláusula de Supremacía y su deber para con el presidente de Estados Unidos, este juicio no tendría lugar en absoluto hasta después de que termine su mandato”, dijo al juez el abogado de Trump, Steven Sadow.

Los argumentos de Trump sobre las protecciones que se le ofrecen simplemente por su antiguo cargo no convencen a los jueces, como queda patente en la opinión de Chutkan.

“El demandado puede ser objeto de investigación federal, acusación, procesamiento, condena y castigo por cualquier acto delictivo cometido mientras ocupaba el cargo”, escribió Chutkan en respuesta a las afirmaciones de los abogados de Trump de que sus falsedades sobre unas elecciones fraudulentas representaban un intento de garantizar la responsabilidad electoral como parte de su capacidad oficial como presidente y, por lo tanto, están protegidas por la inmunidad presidencial.

Pero Trump lleva mucho tiempo siendo más hábil manipulando el sistema político. Y si triunfa en 2024, sus argumentos legales habrán sido una advertencia de un segundo mandato que él imagina casi sin vigilancia.

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