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En la Segunda Guerra Mundial cayeron millones de bombas sobre Europa; aún hay miles que no explotaron y siguen enterradas

Por German Padinger, CNN en Español

Bajo la tierra en Europa persiste una antigua y atroz fuerza apenas contenida por la incertidumbre sobre su presencia: cientos de miles de bombas lanzadas durante la Segunda Guerra Mundial que fallaron en explotar, quedaron enterradas y su ubicación se desconoce.

Pero, allí están: la más reciente –pero no la última– fue encontrada por accidente a comienzos de marzo debajo de la estación de trenes Gare du Nord, la más importante de París, Francia, y una de las más congestionadas del mundo. Una bomba aérea de 500 kilogramos, probablemente lanzada por un bombardero estadounidense hace más de 80 años, que provocó el cierre de la estación.

Casi no hay ciudad europea que no haya sufrido el conflicto bélico más importante de la historia, entre 1939 y 1945: de Londres a Berlín, pasando por París, Rotterdam y Roma, y tan lejos como San Petersburgo (llamada entonces Leningrado), las ciudades y sus poblaciones se convirtieron en un blanco más para el llamado “bombardeo estratégico”.

Solo en Europa, Estados Unidos y el Reino Unido lanzaron 2,7 millones de toneladas de bombas sobre blancos en Alemania y los territorios ocupados, de acuerdo con un informe realizado por la Fuerza Aérea de Estados Unidos en septiembre de 1945.

Se estima que entre 135.000 y 270.000 toneladas del total podrían no haber estallado y estarían enterradas en diferentes puntos de Europa, señala la Open University del Reino Unido.

Durante la guerra, aviones de ambos bandos atacaron rutinariamente tanto a las fábricas y almacenes ligados al esfuerzos bélicos, como a las estaciones de trenes y otros elementos del sistema de transporte en las grandes urbes vinculados a la logística. Además de estos golpes a la infraestructura y la capacidad de hacer la guerra, atacaron las ciudades simplemente para presionar a la población civil y reducir su violuntad de seguir luchando. A todo esto, le llamaron “bombardeo estratégico”.

Alemania, pionera del concepto con la destrucción de la ciudad española de Guernica, durante la Guerra Civil, y del centro histórico de Rotterdam al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, concentró luego su atención sobre Londres, donde aún se encuentran también bombas sin estallar, y también en la ciudad rusa de Volgogrado (entonces Stalingrado), a la que bombaredó sin piedad.

El bombardeo de Londres entre 1940 y 1941, conocido en el Reino Unido como “el Blitz”, marcó a toda una generación de británicos y ha quedado grabado en la memoria colectiva gracias a cientos de representaciones artísticas. “¿Viste a los asustados? ¿Escuchaste las bombas que caían? ¿Alguna vez te preguntaste por qué tuvimos que correr a buscar refugio cuando la promesa de un mundo nuevo y brillante se desplegaba bajo un cielo azul claro?”, suena en la canción Goodbye Blue Sky de la banda británica Pink Floyd, cuyas obras están en buena medida atravesadas por la memoria de la Segunda Guerra Mundial.

Hamburgo, en el norte, y Dresde, en el este, son dos de los ejemplos más icónicos de la destrucción de ciudades europeas: ambas fueron arrasadas casi en su totalidad, provocando decenas de miles de muertos, cifras solo eventualmente superadas por los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, y el de Tokio con bombas incendiarias, todos en Japón y en 1945.

Pero la escala del bombardeo alemán palidece ante la campaña de británicos y estadounidenses a patir de 1942: solo en Alemania se desactivan al año unas 2.000 tonelades de explosivos sin detonar, según reportó Reuters; y la situación es tan usual que existen empresas privadas dedicadas a desactivar bombas y que ofrecen sus servicios a las constructoras, que son usualmente las que encuentran los artefactos al remover la tierra.

No todos los artefactos hallados son bombas aéreas, sin embargo. En ciudades como Berlín, Viena, Caen o San Petersburgo, donde hubo intensos combates terrestres, también se hallan municiones de mortero, minas y otros explosivos. Pero fueron los ataques aéreos los que se ensañaron especialmente con la población civil, y sus enormes bombas son las que, enterradas bajos los cimientos de la rápida reconstrucción de posguerra, presentan la mayor amenaza actual.

Hamburgo fue arrasada en julio de 1943, durante una campaña de bombardeo de ocho días que dejó 42.000 civiles muertes y decenas de miles de heridos. La bautizaron “Operación Gomorra”, por la ciudad destruida por Dios en el Antiguo Testamento.

A Dresde le tocó en febrero de 1945, dejando un saldo de al menos 25.000 muertos. Por el escaso valor militar de la ciudad y lo cercano del fin de la guerra, fue uno de los bombardeos más controversiales del conflicto. Dresde incluso se grabó en la cultura de posguerra como un símbolo de la destrucción sin sentido y fue objeto de numerosas obras de arte, entre ellas la exitosa novela “Matadero 5” del escritor estadounidense Kurt Vonnegut, que era prisionero de guerra en la ciudad y sobrevivió al ataque.

“Hoy en día es difícil formarse una idea de la magnitud de la devastación que sufrieron las ciudades de Alemania, y aún es más difícil pensar en los horrores que conllevó esa devastación”, dice el escritor alemán W. G. Sebald en su libro “Sobre la historia natural de la destrucción”, un ensayo sobre la respuesta literaria y colectiva de posguerra al horror sufrido –e inflingido– por los alemanes.

“La cuestión de si esta destrucción podría estar estratégica o moralmente justificada nunca fue debatida en Alemania después de 1945, sin duda porque una nación que había asesinado o forzado a trabajar hasta la muerte a millones en sus campos de concentración difícilmente podía reclamar a las potencias victoriosas una explicación de la lógica militar y política de destruir las ciudades alemanas”, destaca Sebald.

Las última bomba sin explotar fue hallada y desactivada en Hamburgo octubre de 2024, de acuerdo con la cadena pública alemana Deutsche Welle. En Dresde, el último artefacto de la Segunda Guerra Mundial se encontró en enero de este año.

París, que ocupó la agenda por la reciente bomba en Gare du Nord, no vio grandes combates en sus calles y durante la mayor parte de la guerra se mantuvo ocupada por los alemanes. Pero, a pesar de esta condición, y de que el gobierno francés en el exilio era aliado del Reino Unido y Estados Unidos, fue bombardeada por los aliados y en la ciudad y sus alrededores murieron unas 3.600 personas, de acuerdo con los archivos oficiales.

Pero la región de Normandía, en el noroeste de Francia, sí fue testigo de gigantescos combates terrestres tras la invasión aliada del 6 de junio de 1944, y sus ciudades fueron intensamente bombardeadas por Estados Unidos y el Reino Unido. De acuerdo con cifras oficiales citadas por el Ministerio de las Fuerzas Armadas de Francia, solo en Normandía murieron más de 20.000 civiles durante estos bombardeos, y la ciudad de Ruan fue prácticamente demolida.

Puede que toda ese sufrimiento parezca lejano, pero en Europa la historia sigue tristemente viva cada vez que una grúa remueve tierra para ensanchar un camino, construir un edificio o hacer una reforma; cada vez que se intenta dejar atrás el pasado para seguir adelante, y un cilindro de fina piel metálica e interior repleto de químicos inestables nos devuelve a un obstinado siglo XX.

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