¿Qué pasa cuando un niño llega solo a la frontera de EE.UU.? Las peligrosas grietas del sistema inmigratorio
Cada año, miles de menores no acompañados llegan a Estados Unidos. El fenómeno no es nuevo, pero ha ido en aumento en los últimos años: en 2020 unos 16.834 niños no acompañados fueron entregados a tutores, según datos de Administración de Asuntos de Niños y Familias. La cifra tuvo un salto abrumador en 2021, cuando pasó a 107.646, y permaneció cerca de ese número en los siguientes años. En 2025, hasta febrero, ingresaron unos 23.072 niños solos. Las edades van de 0 a 17 años.
Las recientes medidas de la administración del presidente Donald Trump pusieron en alerta a las organizaciones que ayudan a estos menores a atravesar el complejo proceso legal que se inicia cuando son detectados en la frontera.
A fines de febrero, los organismos de inmigración recibieron instrucciones para deportar a miles de menores migrantes que llegaron a Estados Unidos sin sus padres, según un memorando obtenido por Reuters. CNN ha solicitado más información al Departamento de Seguridad Nacional y al Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE).
Si bien el documento no especificaba una fecha de inicio de esta medida, sí trazaba un plan de cuatro fases para estas expulsiones. Apenas días antes de que se reportara este memorando, la administración Trump había dado marcha atrás a una orden para suspender los servicios legales a los menores inmigrantes no acompañados.
Para entender qué enfrenta un niño ante este complejo panorama, es importante considerar qué es lo que hizo que viajara solo a Estados Unidos en primer lugar
La decisión de enviar a un niño solo a Estados Unidos nunca es sencilla. A veces, lo definen en conjunto en la familia, cuando, dada la situación que atraviesan —económica, de seguridad— consideran que es lo mejor para el niño. “A veces, tal vez tienes un padre que está en Estados Unidos y se da cuenta de lo peligroso que es para el niño en el país de origen, o el niño vive con un abuelo, y ese abuelo se está haciendo mayor y no puede cuidar del niño, y entonces el padre los manda a buscar o quiere que vengan a Estados Unidos”, dice a CNN Jennifer Podkul, abogada y jefa de Defensa Global de Kids in Need of Defense (KIND), una organización que asiste a menores migrantes no acompañados.
Pero también hay casos, más excepcionales, en los que es el menor el que decide emprender el peligroso viaje. “No siempre la decisión de enviar a un niño no acompañado a la frontera es de los padres, a veces la idea viene del propio niño”, dice Podkul. “Recuerdo haber hablado con un niño de 11 años que dijo que estaba empezando a tener la edad en la que las pandillas querían empezar a reclutarlo (en su lugar de origen)”, ejemplifica Podkul. Agregó que era el mayor de la familia y que le relató que las pandillas le dijeron que si no se unía a ellos, lastimarían a su madre o a sus hermanos menores.
“Entonces, el niño se fue de casa en mitad de la noche sin decirle a su madre que se iba porque estaba muy preocupado, porque si se enteraban, ella no querría que se fuera (…) Sabía lo peligroso que era. Pero él quería protegerlos”, recuerda Podkul.
Sea quien sea que tome la decisión, todos deben entender lo peligroso que es enviar a un niño solo a la frontera, empezando por las situaciones que debe atravesar durante el viaje: la larga travesía por paisajes inhóspitos, la posibilidad de caer en manos de los coyotes, la dificultad de conseguir agua y alimentos. Y luego llegan a Estados Unidos y deben afrontar un complejo proceso judicial.
“El entorno hostil al que se enfrenta alguien cuando viene a Estados Unidos, no solo bajo la administración Trump, sino desde hace muchos años ha sido muy difícil para cualquiera que intente venir y pedir protección en Estados Unidos”, dice Podkul. “Saben que van a estar sujetos a detención. Saben que el proceso lleva mucho tiempo. Saben que intentar encontrar trabajo y mantenerse es muy difícil. Podría ser peligroso. Pero lo que están experimentando en su país de origen es peor”, agregó.
Cuando un niño inmigrante que no está acompañado de uno de los padres o un tutor legal es detenido por funcionarios de inmigración, es transferido a la Oficina de Reasentamiento de Refugiados (ORR). Según indica la Administración de Asuntos de Niños y Familias del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, “la ley federal exige que la ORR alimente, albergue y brinde atención médica a los niños extranjeros no acompañados hasta que pueda liberarlos en entornos seguros con patrocinadores (generalmente familiares), mientras esperan los procedimientos de inmigración”.
Pero en el momento en que se encuentra con un agente fronterizo, el niño puede enfrentarse a preguntas.
“Incluso si un niño está solo, comienza el proceso legal. Cualquier cosa que le diga al agente puede usarse en su contra en el tribunal de inmigración”, explica Podkul.
“Mientras están en el refugio administrado por el gobierno, el gobierno está buscando a alguien que esté dispuesto a cuidar al niño mientras pasa por ese proceso judicial de deportación. Podría ser un padre, podría ser un miembro de la familia extendida, como una tía o un tío o un primo. Incluso podría ser un amigo de la familia que conozca a la familia, que conozca al niño y con quien el niño se sienta cómodo”, abunda Podkul.
Y luego tendrá que comparecer ante la corte. Según explicó Wendy Young, presidenta de KIND, en una conferencia de prensa: “El 98% de los niños que están representados por abogados se presentan a sus audiencias, lo que ayuda a garantizar que estos niños permanezcan dentro del sistema de inmigración de EE.UU. y en contacto con los tribunales y el ICE, según corresponda”.
La audiencia ante el juez implica una gran complejidad para el menor. “La carga recae sobre el niño para explicarle al juez por qué debería poder quedarse aquí, por qué, según la ley de inmigración de EE.UU., se le debe permitir quedarse”, detalla Podkul. El niño tiene que presentar una solicitud, ya sea de asilo o de visa, algunas de las cuales van al juez, otras recaen en alguna oficina de gobierno o en un tribunal estatal.
“Es muy complicado, por lo que es una locura pensar que un niño entendería o sabría cómo hacerlo sin la ayuda de un abogado. Si no se presentan a una cita judicial, se acabó, se ordena su deportación en ausencia”, dice Podkul.
“Los niños no entienden necesariamente cómo hacerlo, o incluso cómo contar su historia de una manera que un juez pueda entender, lo que los hace elegibles para el alivio migratorio. Tienen que hablar de lo peor que les ha pasado, repetirlo una y otra vez, escribirlo y, a veces, los entrevistarán y les harán preguntas al respecto. Es un proceso traumático”, agrega la abogada.
Los abogados y las organizaciones que trabajan acompañando y representando a estos menores ayudan a asegurarse de que estén física y mentalmente a salvo durante el proceso. “Estos niños viven en el limbo durante años. Eso crea mucho estrés y no les permite integrarse plenamente”, dice Podkul.
Cuando la administración Trump ordenó inicialmente a los proveedores de servicios legales que trabajan con niños migrantes no acompañados que detengan su trabajo, (medida en la que retrocedieron días después), varios expertos denunciaron en un comunicado que la medida era cruel.
“Llevamos ositos de peluche y una versión de la sala del tribunal en forma de casa de juegos para algunos de nuestros clientes más jóvenes porque siempre es abrumador asistir a una audiencia de deportación. Pensar que un niño que necesita un osito de peluche para sentirse más seguro en el tribunal podría perder a su abogado de la noche a la mañana es una desviación impactante de las ideas más básicas que tenemos sobre la justicia y el debido proceso”, dijo Susan E. Reed, directora del Centro de Derechos de los Inmigrantes de Michigan (MIRC), en declaraciones reproducidas en un comunicado de Acacia Center for Justice, una organización sin fines de lucro con sede en Washington que presta asistencia a casi 26.000 niños.
Ya sea con procesos rápidos o tradicionales, los menores inmigrantes no acompañados que no reciben ayuda quedan en peligro de caer en las grietas del sistema.
“Si estos niños no tienen acceso a un abogado, acceso a un trabajador social, es muy fácil ver cómo pueden caer en las grietas del sistema y terminar en una situación peligrosa, sin resolver nunca su caso en la corte de inmigración, viviendo constantemente en las sombras por el resto de sus vidas, inseguros de lo que va a pasar de un día para otro (…) Ahí es donde trabajamos nosotros, para asegurarnos de que no se pierdan y acaben en manos de los traficantes”, dice Podkul.
En el mismo sentido se expresó Wendy Young, de KIND: “La relación confidencial entre abogado y cliente y la relación única, construida a lo largo de meses de representación legal, a menudo significa que un abogado es uno de los pocos adultos en los que los niños se sienten seguros para confiar información sobre la trata y la explotación. Los abogados pueden entonces denunciar el maltrato a las autoridades policiales pertinentes según corresponda, identificar y abordar problemas de seguridad urgentes y facilitar servicios de apoyo vitales”.
“Nadie quiere que un niño tenga que venir a Estados Unidos y pedir ayuda. Nadie quiere eso. Todo el mundo quiere que los niños puedan quedarse en sus comunidades de origen y tener éxito allí”, dice Podkul.
“Si hay un niño que tiene que venir porque no está a salvo (en su lugar de origen), lleguemos rápidamente al fondo de su historia y averigüemos si puede quedarse o si puede regresar de manera segura. Y si puede regresar de manera segura, hagamos que su regreso dure (…) asegurándonos de que se reintegre”, añade la abogada.
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Con información de Priscilla Alvarez, Karina Tsui y Piper Hudspeth Blackburn, de CNN