Los pingüinos barbijo duermen más de 10.000 siestas al día, según un estudio
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(CNN) — Según un nuevo estudio, los pingüinos barbijo dominan el arte del sueño, ya que duermen más de 10.000 siestas al día, cada una de las cuales dura una media de cuatro segundos.
Con esta estrategia, los animales acumulan unas 11 horas diarias de sueño, lo que desafía un patrón observado en humanos según el cual la fragmentación es perjudicial para la calidad del sueño.
Los “microsueños” o “microsiestas”, interrupciones de segundos de la vigilia, que incluyen el cierre de los ojos y la actividad cerebral relacionada con el sueño, se producen en los humanos que han dormido poco, según el estudio publicado este jueves en la revista académica Science.
Sin embargo, las siestas pueden ser inapropiadas e incluso peligrosas en determinados entornos, como al conducir un automóvil, y no está claro si duran lo suficiente como para proporcionar alguno de los beneficios del sueño.
600 microsueños por hora
Para investigar si los microsueños pueden proporcionar alguna función del sueño y ser un método de sueño útil en circunstancias ecológicas que requieren vigilancia constante, investigadores de Francia, Corea del Sur y Alemania estudiaron a 14 pingüinos barbijos salvajes que estaban incubando huevos en una colonia expuesta a un ave depredadora, el págalo subantártico, en la isla Rey Jorge, en la Antártida, en diciembre de 2019.
Durante la incubación, cuando se sabe que los págalos depredan los huevos de pingüino, uno de los padres pingüinos se ve obligado a custodiar los huevos o los polluelos pequeños continuamente mientras su pareja está fuera buscando comida durante varios días, según el estudio. También tienen que defender el nido de pingüinos intrusos, al tiempo que necesitan dormir.
Los investigadores identificaron sus peculiares patrones de sueño mediante electroencefalogramas (EEG) a distancia y otros sensores no invasivos para registrar la actividad cerebral, el tono muscular, el movimiento, la posición y la temperatura, así como video continuo y observaciones directas.
Observaron que los pingüinos de la colonia practicaban más de 600 microsueños por hora.
Los autores del estudio afirmaron que “miles de microsueños de solo 4 (segundos) de duración no tienen precedentes, ni siquiera entre los pingüinos”.
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Un pequeño estudio de 1984 descubrió que los pingüinos pequeños cautivos colocados en cámaras metabólicas mostraban un estado denominado “vigilia tranquila”, que se asemeja al microsueño de los pingüinos barbijo. Sin embargo, estos episodios de sueño duraban mucho más, una media de 42 segundos.
Un estudio de 1986 descubrió que los pingüinos emperador no reproductores en cautiverio tenían un sueño fragmentado denominado “somnolencia”, que también se asemeja al patrón de microsueño de los pingüinos barbijo reproductores. Sin embargo, los pingüinos emperador solo pasaban hasta un 14% del tiempo en ese estado.
En el estudio actual, el 75% del sueño de los pingüinos barbijo se producía en episodios que duraban menos de 10 segundos, según el coautor del estudio y ecofisiólogo del sueño Paul-Antoine Libourel, que pilota y dirige proyectos como parte del equipo del sueño del Centro de Investigación en Neurociencias de Lyon.
“Esto no es único en el reino animal. Hay (otros) animales que duermen de forma bastante fragmentada o en ráfagas de sueño muy cortas. Pero, que sepamos, no eran capaces de mantener una fragmentación del sueño tan extrema de días y horas, día y noche, y de forma continua (como estos pingüinos). Y esto es lo más interesante de nuestros hallazgos”, declaró Libourel a CNN este viernes.
Libourel añadió que mediante estas breves ráfagas de sueño los pingüinos podían “dormir y permanecer vigilantes” mientras incubaban.
Los investigadores observaron que incluso después de que los pingüinos cambiaran de tarea con su pareja para buscar comida en el mar, dormían siguiendo el mismo patrón a su regreso a la costa.
Sin embargo, los episodios de sueño duraban más durante las primeras horas de vuelta a tierra, lo que indica que los pingüinos necesitaban recuperarse de la pérdida de sueño en el mar, donde pasan mucho tiempo despiertos realizando actividades como bucear.
Los investigadores también compararon el sueño de los que anidaban en el centro de la colonia con el de los que lo hacían en la frontera, más expuestos a los págalos depredadores y, por tanto, más vigilantes.
Los que anidaban en la frontera dormían más profundamente y tenían episodios de sueño más largos y menos frecuentes que los del centro de la colonia, lo que, según Libourel, “fue bastante inesperado” y “lo contrario” de lo que pensaban encontrar.
En su opinión, esto se debe a que en el centro de la colonia hay un “ambiente ruidoso y perturbador” debido a la gran cantidad de pingüinos que se mueven, y los que se dirigen al mar pasan junto a los nidos de los pingüinos que están incubando, lo que dificulta el sueño. Las agresiones entre pingüinos y otras interacciones también contribuían a ello.
A pesar de no medir directamente el valor reparador de los microsueños, los investigadores dedujeron que “la gran inversión de los pingüinos barbijo en microsueños” y “su capacidad para reproducirse con éxito, a pesar de dormir de esta manera tan fragmentada”, sugiere que “los microsueños pueden cumplir al menos algunas de las funciones reparadoras del sueño”.
Concluyeron que otros animales también podrían tener “la flexibilidad de dividir el sueño en episodios cortos o largos, dependiendo de sus demandas ecológicas de vigilancia”.
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Una “adaptación” para sobrevivir
Libourel dijo que aún no saben cómo, fisiológicamente, estos pingüinos son capaces de dormir de esta manera y advirtió que dormir en ráfagas cortas no es aconsejable para los seres humanos, ya que no tenemos la misma fisiología que los pingüinos barbijo y no sabemos si el sueño funciona de la misma manera para nosotros.
En cambio, el estudio demuestra que “algún patrón de sueño que podría ser malo para nosotros, es decir, que podría inducir alguna patología que no podemos sostener, para otros animales, podría ser una adaptación y ayudarles a sobrevivir”, añadió.
Libourel señaló que aún existe una “gran laguna” en nuestra comprensión del papel del sueño y del impacto de las perturbaciones humanas y el cambio climático en el sueño y la vida animal. “Creo que por eso es importante estudiar el sueño. El sueño es fundamental en el comportamiento animal”, añadió.
En una perspectiva publicada en Science, Christian Harding, becario posdoctoral de la Universidad de California en San Diego, y Vladyslav Vyazovskiy, profesor de Fisiología del Sueño en la Universidad de Oxford, escribieron que el estudio “pone en tela de juicio no solo la comprensión actual de cómo se regula la arquitectura del sueño, sino también hasta qué punto puede alterarse antes de que se pierdan los beneficios del sueño”.
Añadieron que el cambio climático y la actividad humana “ejercen una presión cada vez mayor sobre los hábitats naturales”, lo que “afecta a la cantidad y la calidad del sueño de los animales silvestres”.
Dijeron que los estudios del sueño como éste “son la mejor manera de aprovechar las oportunidades para estudiar el sueño en los animales silvestres libres de la influencia humana, mientras que todavía es posible”.
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